julio 30, 2010

La Cita de Hoy - Lao Tse, Luis XIV

Ya saben. Me gusta enfatizar mis temas con alguna cita interesante cuando creo que lo merecen. Y más cuando se trata de algo tan universal...

El que domina a los otros es fuerte; el que se domina a sí mismo es poderoso.
Lao Tse

Hay pocas cosas que puedan resistir a un hombre que se haya conquistado a sí mismo.
Luis XIV

De verdad. ¿Aún queda alguna duda o busco alguna otra cita?

julio 27, 2010

Control Emocional

Las emociones son como un río. En ocasiones tranquilo y pacífico, en otras tumultoso y rápido, pero siempre en movimiento.

Hace algún tiempo, publiqué una entrada relacionada al nivel de control que uno puede llegar a tener en esta vida. Resumiendo en pocas palabras: Tú no puedes controlar cosas externas, como el medio ambiente, a otras personas o situaciones que no tienen que ver contigo. Lo que sí puedes controlar es lo que tú mismo haces, decides y cómo reaccionas ante las cosas. Sobre todo eso. Tu actitud ante la vida.

Suena fácil, pero ¿cómo hacer eso?

Hay muchas técnicas de muy distintas naturalezas. Y habrá a quien le acomode más una que otra. Yo en lo personal soy bastante afecto a las filosofías orientales, y me parecen mucho más orgánicas y accesibles. Por tanto, siempre recomiendo una técnica bastante básica y común, pero poderosa.

Bueno, pues esta técnica se basa en lo primero que dije en esta entrada. En el concepto de que las emociones funcionan de una manera muy similar a como lo haría un río.

Hay emociones suaves, sutiles, fáciles de controlar. Como un cauce tranquilo y cristalino. Hay emociones explosivas, apasionadas, difíciles de dominar. Como un torrente agitado e impetuoso.

Aquí la cosa es que hay emociones positivas y negativas.

Las positivas son aquellas que disfrutamos experimentar. Pasión, placer, felicidad, inspiración. Nos impulsan a crear cosas nuevas, a proteger aquello que queremos, a sacar lo mejor de nosotros mismos. Estas emociones son como un chapuzón en agua fresca cuando morimos de calor.

Las negativas son aquellas que nos provocan sensaciones desagradables. Odio, dolor, tristeza, miedo. Nos impulsan a destruir cosas, a eliminar aquello que nos desagrada, a escapar de los retos. Estas emociones son las que más riesgo de ahogarnos y autodestruirnos conllevan.

Sólo no hay que olvidar que a veces lo mejor es no dejarse llevar aún por las emociones positivas (por más agradables que puedan ser), y que las negativas (adecuadamente canalizadas) también tienen sus ventajas y su función.

Pues bien... Hasta aquí no resulta nada del otro mundo. Pero, en la práctica, ¿eso qué significa?

Básicamente, cuando sentimos una emoción nos estamos sumergiendo en ese río. Si la emoción es traquila y controlable, es fácil nadar hacia donde queremos o necesitamos, y no nos afecta grandemente. El problema, obviamente, es cuando la emoción es intensa y rápida, y nos cuesta trabajo manejarla fría y objetivamente.

En términos generales, uno puede actuar de tres maneras diferentes.

La primera es dejarse llevar por el río. Que sus aguas te arrastren y te lleven a donde quieran, sin que tú tengas voz ni voto. Perder el control, y hecharle la culpa al río de la falta de dominio de uno. Y, por supuesto, así lo más probable es que uno acabe ahogado o, en el mejor de los casos, empapado hasta los huesos y muy muy lejos del lugar donde quería llegar. Hay que ser honestos con nosotros mismos; las consecuencias negativas en este caso suelen ser casi siempre bastante problemáticas, y en ocasiones hasta irremediables.

La segunda es nadar contra la corriente. Negar tus sentimientos, intentar hacer lo contrario, quitarles importancia, mentirle a los demás, pero sobre todo (intentar) mentirte a ti mismo. El mayor problema es que por lo general esto no es sino meter el polvo bajo la alfombra, no hacerlo desaparecer. Y eventualmente el polvo se acumula y nos explota en la cara. Y para entonces ya estaremos tremendamente cansados de haber nadado contra la corriente por tanto tiempo. ¿Qué sucede? Que volvemos al punto de partida, y estaremos tan frustrados y cansados que seguramente caeremos en la primera forma de todos modos.

Nos queda, pues, la tercera opción. Aprovecha la corriente a tu favor. Esto quiere decir que vas a nadar en el sentido que te lleve el río, pero estando en dominio de tu movimiento. No niegues ni bloquees tus emociones, pero no te dejes llevar por ellas. Úsalas a tu favor, canalízalas y aprovecha el impulso que te puedan dar. Incluso el miedo o la ira pueden resultar positivas si son adecuadamente controladas. Y que conste que hay ocasiones donde incluso es mejor aprender a controlar las emociones positivas también (para poder mantener la objetividad en ciertas situaciones, por ejemplo).

La clave es que las emociones que sentimos son, después de todo, una parte importante de nosotros. Y darles la espalda es como darnos la espalda a nosotros mismos. Lo cuál no sería tan grave si no fuera porque el subconciente de la gente suele ser bastante rebelde y no le gusta ser ignorado, y acabamos autosaboteándonos con mucha facilidad.

Todo se resume en eso. Acepta tus emociones. Déjalas fluir. Fluye con ellas. Fluye hacia donde tú quieres llegar. Y no te quedes atorado en ellas. Una vez que has llegado a donde quieres llegar, déjalas ir. Entonces estarás fuera del río, mojado pero vivo y en control.

Por supuesto, suena mucho más fácil decirlo que hacerlo. Y es cuestión de disciplina, práctica y mucha fuerza de voluntad. Porque es fácil dejarse llevar, es difícil negar las emociones, pero toma muchísima más fuerza lograr dominarlas sin dejar de sentir. ¿Quién es el débil entonces?

Hay una pequeña herramienta que descubrí de muy pequeño, y que me ha resultado particularmente útil en situaciones bastante difíciles. Se trata de la Letanía del Miedo, proveniente de la saga de Dune, obra de ciencia ficción del autor Frank Herbert.

No debo temer.
El miedo es el asesino de la mente.
El miedo es la pequeña muerte que trae la destrucción total.
Enfrentaré mi miedo.
Le permitiré pasar sobre mí y a través de mí.
Y cuando haya pasado volveré mi ojo interno para ver su camino.
Donde el miedo se haya ido no quedará nada.
Sólo yo permaneceré.

Cambia "miedo" por aquella emoción que amenace con cegarte, absorverte y hacerte perder el control. Ah, y también funciona sorprendentemente bien para lograr dominar el dolor físico (además del emocional).

Aprende las palabras. Adóptalas y adáptalas a tu situación particular. Y cuando sientas que el río te arrastra, repítelas como mantra de poder. Como si te sostuvieras de un tronco flotando en la superficie del agua. La clave es entender que las emociones tarde o temprano pasan, y lo importante es qué logres ganar tú de ellas.
La Guarida del Lobo © 2008
Original Template by: SkinCorner