septiembre 30, 2011

La Cita de Hoy - Keller

Es curioso como a veces dejamos que nuestros miedos o nuestra resistencia al cambio tomen las decisiones por nosotros...

La Seguridad es en su mayor parte una superstición. No existe en la naturaleza, ni los hijos del hombre la experimentan en general. A la larga, evitar el peligro no es más seguro que exponerse directamente. La vida puede ser una audaz aventura, o nada.
Helen Keller

En mi experiencia, vivir con miedo y paranoia sólo influye tu percepción de lo mal que están las cosas, no la frecuencia real con que suceden.

septiembre 29, 2011

A tu servicio

Hola. Soy el padre de tus futuros hijos, encantado de conocerte.

Sé que es demasiado repentino, y de seguro piensas que estoy loco de remate. Mejor olvida lo que dije, ¿de acuerdo? Has como si no hubiera dicho absolutamente nada.

Pero pues ¿qué te puedo decir que no te hayan dicho ya antes? Porque seguro una exquisita Diosa encarnada como tú ya lo ha escuchado todo, lo sé bien.

¿Y quién soy yo para venir a repetirte halagos fáciles y piropos extraños? Nadie, nadie. Sólo ignora al hombrecillo detrás de la cortina, ¿de acuerdo?

Ok, de hecho no. No me ignores. Escúchame. Analízame. Dame el beneficio de la duda. Ve mis ojos y dime que lo que te digo no viene directamente de mi corazón y no estoy siendo totalmente sincero. ¿Puedes verlo?

Bueno, de acuerdo. Te diré quién no soy.

No soy el Príncipe Azul que viene en su blanco corcel a salvarte de tu terrible destino. No soy un creído conquistador buscando una marca más en su revolver. No soy el impositivo macho que busca una sumisa hembrita que haga sólamente lo que sea su voluntad. Y definitivamente no soy alguien común y parecido a cualquier otra persona que hayas conocido antes.

Si, por supuesto, soy un Príncipe. Pero un príncipe oscuro, rebelde, inteligente, diferente, auténtico, ecléctico, exigente, sarcástico, generoso, independiente, empático. El Príncipe de las Sombras.

Soy el galante caballero que peleará por ti contra viento y marea, pero que no piensa ir a rescatarte de la torre en la que lo esperas cómoda y pasivamente.

Soy el chico malo que sí vas a querer presentarle a tu madre.

Soy la mala influencia que te empujará a romper tus paradigmas y a desdeñar a la zoociedad.

Soy el antagonista que te cuestionará y te hablará con la verdad absoluta, y que nunca aceptará un "porque sí" por respuesta.

Soy el Dios encarnado que pondrá tu mundo de cabeza, y el humilde servidor que te cortejará permanentemente con infinita adoración.

Soy esa odiosa espina que se clava e incomoda, pero que cada vez deseas menos sacarte de encima.

Soy el geek que querrá saberlo y entenderlo todo de ti, sin juzgar ni rechazar. El curioso relojero que busca comprender por qué haces "tic-tac".

Soy el amante que te hará tocar el cielo con las manos tan seguido como creas soportarlo.

Si, estoy loco. Completa y absolutamente desquiciado. Y orgulloso de serlo. Porque en mi locura he encontrado una pequeñísima esquirla de iluminación. Porque ser diferente de lo "normal" me enorgullece y me permite ver las cosas desde afuera de la caja.

Mejor o peor, no lo sé. Pero definitivamente diferente.

Pero no. De verdad. Olvida todo lo que he dicho. Estoy loco, ¿recuerdas? ¿Y quién puede creerle a un loco que no sea otra loca? Y seguro que tú no estás loca. ¿O si?

¡Nah! Olvida que he abierto mi gran bocota. ¿Quién soy yo para decirte nada? Porque yo sólo sé que no sé nada.

Y pues bueno... Así es como son las cosas.

¿No crees?

¿O qué?

¿Sigues pensando en eso?

¿No logras olvidar lo que te he dicho antes, a pesar de que te pedí que lo olvidaras?

Bien. Eso significa que no estaba hablando con una pared. No me gustan las paredes, ¿sabes?

Y si. Soy insoportable. Te dije que sería una incómoda e intrigante espina. ¿O no?

Pero así son las cosas. Y aquí es donde te toca a ti dar el siguiente paso. Alejarte de este arrogante loco que cree que puede venir tan campante a cambiarte la vida. O reir de mi descaro y humor ácido, darme un golpe en el brazo por impertinente y responderme una simple pero importante pregunta. ¿Y tú quién eres?

septiembre 27, 2011

Tres años, y todavía va para largo...

¿Saben de qué me acabo de dar cuenta? Se me ha olvidado (otra vez) la fecha del aniversario del blog. ¡El tercer aniversario de la Guarida!

Así es. Tres años completitos diseccionando frente a todos ustedes cuanta idea, filosofía, experiencia y teoría hay en mi loca cabecita. Pésele a quien le pese. (Bueno, probablemente a nadie le pese en realidad, pero ya ven que me divierte ser algo dramático.)

¿Les ha pasado que alguien te pregunta exactamente de lo mismo que hace unos días hablaste con alguien más? ¿Han tenido esa sensación de deja vu que te queda después de haber vuelto a explicar algo que la gente te suele preguntar frecuentemente? ¿Se han inspirado tanto en una conversación que desearían dejar lo que han dicho registrado para la posteridad (o de menos escrito en alguna parte para no olvidarlo después)?

Pues a mí sí. Seguido. Y esa fue una de las principales razones por las que decidí iniciar este blog hace esos tres años. Eso, y que realmente tenía mucho que decir, y me fastidia demasiado tener que estarme repitiendo una y otra vez.

Y ya ven... después de estos 36 meses sigo acá, sin abandonar, escribiendo, expresando, quejándome, explicando y compartiendo lo que considero vale la pena compartir.

Y es curioso. Al volver a leer lo que escribí hace tanto tiempo, me queda una sensación rara. Por un lado, mis ideas, conclusiones y descubrimientos siguen siendo muy similares. Se podría decir que lo que tenía expresar entonces es prácticamente lo mismo que seguiría opinando al día de hoy. Y aún hay algunos escritos que he querido escribir desde entonces y los condenados no se han dejado. Los muy malditos.

Pero, al mismo tiempo, es raro ver cómo en tan sólo 3 años he crecido, aprendido, madurado y ganado un poquito más de sabiduría.

Este blog aún no llega a una edad suficiente como para considerarlo un respetable ancianito, pero creo que hemos superado la barrera de los pobres abandonados que fueron comenzados por capricho o bajo ciertas circunstancias demasiado particulares (y sin las cuáles los autores dejan de interesarse por continuar escribiéndolos).

Y aquí estamos. Y digo estamos por los que de una u otra forma me siguen leyendo. Los nuevos, los viejos, los que se fueron y regresaron, los que no se acaban de ir, pero me leen intermitentemente... Desde la Guarida del Lobo sólamente me queda decirles: ¡Gracias!

Y hasta pronto, porque esto apenas comienza.

septiembre 20, 2011

Los Seis Sombreros

¿Alguna vez te ha pasado que tienes que tomar alguna decisión importante, pero por más que le das vueltas a las cosas no logras salir de tu confusión y sientes que todo te angustia más de lo que te ayuda?

Bueno, pues he aquí una buena técnica.

Se llama los Seis Sombreros de Bono, y aunque es un sistema pensado principalmente para la solución de problemas administrativos en empresas y ese tipo de cosas, resulta muy útil también a nivel personal.


En realidad es muy fácil.

Tomas un pequeño cuaderno o algo así.

En la primer página escribes en la parte superior "Sombrero Blanco". (Hacer a un lado el lindo dibujito de un simpático sombrero es totalmente opcional.) Esta página corresponde al sombrero neutral. Ahí tienes que escribir todas las cosas objetivas, medibles, los hechos concretos y comprobables de toda la situación. Tiempo, cantidad, distancia, evidencias, pruebas, presupuesto... Blanco, sin color, lo más objetivo e impersonal posible.



En la segunda página escribes "Sombrero Rojo". Éste es el sombrero emocional. Ahí vas a escribir todo lo relacionado con las emociones, los sentimientos, las sensaciones, la intuición... Todo lo que sientes: lo bueno, lo malo, lo agradable, lo desagradable. Lo primero que te venga a la mente. Las cosas que te hacen sentir bien, las que te preocupan, tus miedos, ansiedades, tu emoción, lo que te haga sentir pasión y euforia. Pero sólo escribe lo que sientes, los puntos de vista. Sin justificaciones ni explicaciones.



En la tercer página escribes "Sombrero Negro". Es el sombrero crítico. Aquí tienes que escribir todo lo negativo, los problemas, las dificultades, las posibles críticas y juicios desagradables (tanto lo que tú mismo pienses, como lo que creas que te puedan decir otras personas). Eso sí, tiene que ser un sombrero lógico. No se vale inventar cosas. Sólo se trata de ver las cosas de la manera más dura y crítica posible. Todas las cosas que se te ocurran que puedan salir mal. El worst case scenario.



Pero no te deprimas demasiado. En la cuarta página va el "Sombrero Amarillo". El solecito, las flores y las abejas, todo lo positivo, el sombrero optimista. Todo lo agradable, los posibles beneficios, las ventajas, lo que podría salir muy bien. Lo que más desearías y lo que sería la mejor de las suertes. El best case scenario.



En la quinta página va el "Sombrero Verde". Representa la creatividad. Las posibilidades, las ideas, las hipótesis y teorías que se te puedan ocurrir. Todas las posibles explicaciones que se te ocurran para explicar las diferentes cosas (como por ejemplo aquellos hechos del primer sombrero que hayas observado, pero no sepas por qué pasan como pasan). Aquí es donde vas a intentar pensar en posibles soluciones para todos los problemas que se te ocurran. Tanto aquellos que ya se han presentado como los que creas que se podrían presentar. "No me digas cómo no. Dime cómo si.



Finalmente, en la sexta página va el "Sombrero Azul". Es el sombrero analítico. Vuelve a releer todo lo que escribiste en las páginas anteriores. Agrega lo que se te haya ocurrido que faltaba. Piensa bien en todo lo que has escrito y lo que has podido entender de eso. Ahora comienza a escribir tus conclusiones, observaciones, ideas, procesos, los pasos que debes seguir para hacer las cosas que necesitas hacer... Se trata de ser tan fría y analítica como puedas. Sin juicios (esos van en el negro y el amarillo), sin emociones (eso va en el rojo), sin dejar volar tu imaginación (para eso es el verde). Una vez que ya no se te ocurra náda más que escribir en este último, cierra el cuadernito, guárdalo debajo de la almohada y vete a hacer otra cosa.



Duerme, cena, ve la TV, vete al trabajo, sal con algunos amigos, lo que sea. Por unas horas no te preocupes mucho por eso, y deja que tu propio subconciente lo siga procesando a su ritmo natural y orgánico. Simplemente sigue con tu vida normal como si nada.

Cuando te sientas más tranquilo y frío, saca el cuaderno, releé las 6 páginas, piensa si hay algo más que se te haya ocurrido agregar para cualquiera de ellas...

Y después de eso, intenta tomar alguna decisión.

Vas a ver que todo parece mucho menos complicado y abrumador.

(Pequeña nota final. El órden en que se encuentran los sombreros es relativamente importante. Pero no pierdas el sueño por ello. Es totalmente válido hacerlo en desórden. Saltarse de una página a otra, regresar y adelantarse un poco. Al final lo que importa es el contexto completo. El conjunto, más que sus partes independientes. Esa es la clave de este sistema.)

septiembre 08, 2011

Zonas de Confort

"Más vale malo conocido que peor por conocer."

Si, bueno, es mejor no arriesgarse. Las cosas podrían acabar mucho peor. ¿Para qué tentar al destino? Además, pues uno acaba por acostumbrarse. Y así está bien. Quizá no suene tan bien, pero ¿acaso no es mucho más tranquilo y estable de esa manera? Y encima te evitas tener que nadar contra-corriente, enfrentando las críticas, presiones y espectativas de los demás. El cambio es atemorizante. A nadie le gusta el cambio. ¿O sí?

Generalizando, el humano promedio es mediocre. No le va terriblemente bien, pero tampoco terriblemente mal. No tiene mucho de qué quejarse, pero tampoco mucho de qué presumir. De hecho, muchas veces incluso se jacta de lo bien que encaja entre la mayoría y lo mucho que hace "igual que todos".

Mi teoría personal al respecto es que la mayoría de las veces esta cuestión no tiene mucho que ver con falta de capacidad. En realidad salir de la mediocridad y alcanzar el máximo potencial de cada uno es mucho más fácil de lo que en general se piensa. Este problema está mucho más relacionada con cuestiones ideológicas, culturales.

Y básicamente se puede resumir en un patente miedo al cambio.

La persona lleva unos 3 o 4 años en esa relación. Posiblemente mucho más. Quizá al principio hubo mucha pasión e intensidad, pero eso se acabó hace varios años. Aunque eso es lo normal, ¿no? De hecho, su pareja en realidad no le atrae mucho físicamente, y sería difícil decir que la admira como persona. Podríamos decir que no le satisface al 100%. Incluso es posible que no pueda decir con toda sinceridad que aún ama a la otra persona. Pero no tiene muchas intenciones de dejarla.

No por falta de oportunidades, no. Muy seguramente tiene una o dos personas muy interesadas en ella. Y probablemente alguna de esas personas pueda gustarle o satisfacerle bastante más que su pareja actual. Pero no le interesan. No va a cambiar de pareja, sin importar qué. Pero, ¿por qué?

Pues es que no es tan sencillo. Ya llevan mucho tiempo juntos... Ya conocen a las respectivas familias. Sus círculos de amistades están bastante super-puestos. Tienen una gran historia, llena de anécdotas y experiencias. Y un gran futuro, lleno de planes y cosas por hacer. Y ni hablemos del aspecto práctico, pues resulta una relación bastante conveniente.

Pero ¿se dan cuenta de qué hace falta aquí? No hay pasión. No hay sueños. No hay satisfacción. No hay romance. No hay motivación.

Claro, lo más probable es que esta persona se justifique, esgrimiendo los clásicos argumentos de que "el amor y la pasión siempre se acaban", "así estoy bien, no necesito nada más", "para mí no son tan importantes esas otras cosas" y unos cuantos peores. Pero en el fondo nunca estará totalmente feliz.

Si la persona tiene pocos escrúpulos, muy probablemente ya haya engañado a la otra persona antes. Si no es que ya lo hace con cierta regularidad.

Y al final el resultado acaba siendo el mismo. La persona se queda ahí, estancada, en esa relación mediocre, pero de la que está sacando un beneficio que considera suficientemente valioso en algún aspecto. Y finalmente no aspira a más. No necesita más (y de todos modos no está dispuesta a pagar el precio necesario para obtener lo demás que pudiera necesitar).

¿Les suena esta historia? ¿Han conocido a alguien así? ¿Han caído en una relación así alguna vez? Son bastante comunes, me consta.

¿Y por qué? Visto desde afuera, realmente no suena tan divertido ni tan práctico.

Vamos, que el ser humano siempre hace las cosas porque está obteniendo algo a cambio. Pero ¿en verdad es tan imposible buscar relaciones en donde obtengamos eso que valoramos y más? ¿Hay que conformarse con una pequeña parte, convencidos de que lo demás no importa? ¿En verdad tienen que ser tan opuestos la conveniencia del amor? ¿La funcionalidad de la pasión? ¿La comodidad de la satisfacción?

Que digo, tampoco se pueden tener todas las glorias. Hay que enfrentar las cosas. Hay que esforzarse. Hay que romper paradigmas, enfrentar traumas y complejos (no siempre propios) y olvidar espectativas. Lo que vale la pena, cuesta.

Pero, precisamente, la raiz del problema es que la gente prefiere no pagar el precio, enfrentar los problemas, arriesgarse al cambio, salir de sus Zonas de Confort.

Una Zona de Confort es aquella situación en la que estás cómodo. Es lo que ya conoces, lo que dominas, lo que ya has hecho, a lo que estás acostumbrado, lo que no te implica esfuerzo ni riesgo. Es fácil, seguro, predescible, controlable.

¿Y saben qué es lo más curioso? La vida misma se encarga de echarnos encima las cosas, como olas intentando tirar nuestros frágiles y efímeros castillos de arena. La vida cambia. Las condiciones cambian. Las perspectivas cambian. Pero la gente no cambia. O, siendo más precisos, la gente sólo cambia cuando quiere cambiar. Y ese es el punto. Que a la gente (en su mayoría) no le gusta cambiar. Le tienen miedo al cambio.

Y entonces mejor se quedan ahí. En su Zona de Confort. Mediocres, insatisfechos, cómodos. Sin tomar riesgos, sin aprender nuevas cosas, sin sufrir nuevos rechazos, sin explosiones, impulsos, romance, placer, complicidad, esfuerzos...

¿Y pueden adivinar qué es lo más irónico? Que toda esta cuestión ni siquiera se limita al aspecto de las relaciones románticas. Podemos fácilmente extrapolarlo a todo tipo de conductas, actividades e intereses.

Y por eso la gran mayoría de la gente es mediocre.
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