
"No puedo ir porque tengo otros compromisos importantes." "No puedo ayudarte porque no cuento con las herramientas necesarias." "No podré terminar a tiempo porque tengo muchos pendientes que cumplir." "No lo podré comprar porque no me alcanza el dinero." "No tiene caso que salgamos, porque no tenemos nada en común."
Decir cómo no es requete-fácil, ¿no? Cualquiera puede dar excusas, justificaciones, peros, condiciones. Siempre podremos encontrar razones por las cuales es mejor posponer (o incluso abandonar) cualquier tipo de proyecto, idea, plan o situación. Y claro, tendremos la conciencia "tranquila", porque (después de todo) tenemos esa lista kilométrica de todos esos "cómo no".
La cuestión es que en la práctica comenzar a pensar y explicar todos esos "cómo no" es en realidad una grán pérdida de tiempo.

Pues no. Al final quedamos igual que al principio (o peor).
Por el otro lado, buscar esos "cómo sí" es mucho más complicado. Implica (para empezar) ponerse a pensar en las cosas. Observar, analizar, comprender, estudiar, aprender, discriminar, usar nuestro criterio y experiencias. Y, por supuesto, la gente no piensa. O, por decirlo más adecuadamente, no les gusta pensar.
Implica un esfuerzo por encontrar soluciones a los problemas, y no peros o excusas para justificar la falta de resultados.

Y la psicología del asunto es muy curiosa, porque la mente humana funciona de una manera muy particular. Las palabras verdaderamente tienen mucho poder.
Cuando encuentras tu "cómo no", en realidad te estás dando permiso para fallar. Digo, tienes razones, ¿no? Ese "cómo no" es poderoso, lógico, obvio, llamativo... No es que tú no puedas o quieras, es que las circunstancias te lo impiden. En realidad sería prácticamente imposible, desgastante e infructuoso siquiera intentarlo. Pues mejor nos lo ahorramos y no hacemos ningún esfuerzo en vano, ¿no crees? ¿Y quién te puede culpar entonces por ni siquiera intentarlo?
Y la gente se predispone. Su mente se cierra a considerar siquiera la existencia de otras posibilidades alternas, otras rutas más prácticas o cortas, de posibles soluciones a todos esos problemas y complicaciones... (Y ya ni siquiera hablemos de la gente que realmente quiere decir que no, pero no se atreve, y por eso prefiere poner cuanta excusa le viene a la mente...)

¿Qué pasaría si, para variar, en lugar de ponerte a describir todas esas terribles, complicadas y muy lógicas razones de por qué no, mejor le dedicas unos cuantos minutos a pensar en mejores formas de como sí se podría lograr aquello que deseas?
Así, sin estar provocando que las paredes se vuelvan más altas e infranqueables. Al contrario, buscando las puertas, las ventanas... ¡Demonios! Al menos un punto de apoyo desde el que sea un poco más sencillo escalar la pared...

No me digas cómo no. Dime cómo sí.
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