
La cosa es así. Entre un gran número de especies, existe un muy efectivo método para reducir los conflictos en grupos sociales de la misma especie. Consiste en que en el grupo habrá un individuo que tome el papel del líder dominante (comunmente llamado el "macho alfa", o "hembra alfa" en las especies matriarcales), siendo aquel con la autoridad para solucionar todo tipo de situaciones, y cuya supremacía es incuestionable por parte de todos los demás. El punto clave es que no sólo tiene poder sobre los demás, sino que también se vuelve responsable por la supervivencia y bienestar de todos. El liderazgo como medio, no como fin.
El ser humano ES una de las especies que instintivamente recurre a ese modelo de Jerarquías de Dominación (llamado elegantemente "jerarquías sociales" para diferenciarnos de los demás animales). Nos viene en los genes. Y, como decía al principio, el problema es que nuestra supuesta civilización y racionalidad es lo que nos provoca los mayores conflictos al chocar con dichos instintos. Básicamente nuestro problema es que no sabemos perder.

La función de esas Luchas de Poder es asegurarse de que el individuo dominante sea el más apto para cumplir con las funciones y responsabilidades de ese rol. Por eso el ganador será aquel con los mejores recursos. Generalmente el más fuerte, el de mayor experiencia, el más adaptable, el más astuto... El más capaz, en los sentidos que sea importante y necesario. (La supervivencia del más apto, enfocada al aspecto social, pues.)
Pero regresemos al problema de los hombres. Somos la única especie que se obsesiona por la victoria por sí misma, por subirse el ego para sentirse superior, que no sabe cuándo renunciar, que se siente ofendido y hasta agraviado por haber sido vencido por alguien. Perder es el peor insulto y la humillación más grande.

¿Por qué harían eso? ¿No sería más efectivo usar las garras? ¿No estarían causando más daño a su rival con cada golpe? Definitivamente, pero si usaran sus garras, el rival las usaría también, y en lugar de un ganador y un perdedor tendríamos dos individuos (probablemente muy) heridos. Victoria, pero ¿a qué costo?
Ese pequeño concepto se nos suele escapar a los humanos. Nos obsesionamos tanto con ganar, que nos negamos a reconocer la superioridad del otro. Cuando vemos que llevamos las de perder, escalamos (sacamos las garras). Si aún así sentimos que seguimos perdiendo, volvemos a escalar (vamos por la jugular). Y, por supuesto, el problema de aumentar la apuesta es que el riesgo también aumenta, y mucho. En lugar de simplemente intentar ver quién es el mejor, nos jugamos el todo por el todo (muchas veces sin pensar en las posibles consecuencias negativas que habrá, aún si logramos ganar el embate).
Y entonces, así sea que ganemos, no dejamos de ser unos idiotas obsesivos. (Nunca falta cuando con tal de ganar lo que acabamos sacrificando es precisamente aquello que queríamos obtener en primer lugar.)

Porque perder no nos hace menos. En este mundo tan superpoblado, siempre, y de verdad SIEMPRE habrá alguien abajo y alguien arriba de nosotros. Alguien más rico, alguien más pobre, alguien más listo, alguien más tonto, alguien más capaz, alguien más inútil, alguien más atractivo, alguien más feo, alguien mejor, alguien peor. Y obsesionarse con estar hasta arriba es prácticamente lo mismo que correr detrás de nuestra misma cola.
Porque perder nos quita oportunidades, pero también nos libra de responsabilidades y obligaciones. Porque somos tan orgullosos que comunmente cuando subimos de jerarquía nos negamos a volver a bajar, aún si no nos encontramos en el lugar más adecuado para nuestras capacidades. Y como nos obsesionamos tanto por ganar como un fin (y no como un medio), pasamos cientos de horas creando la estrategia necesaria para subir, en lugar de preparándonos para tener las habilidades que necesitaremos estando arriba. Y la victoria sigue siendo hueca.

Al final la solución es clara. Hay que aprender a perder.
1 comentarios:
"correr detrás de nuestra misma cola" mejor no lo podías expresar! jiji...Saber perder requiere de tolerancia a la frustración y humildad, o sea de madurez.
Buen post!
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