junio 29, 2009

El Rey ha muerto. ¡Que viva el Rey!

Hace algunos días falleció Michael Jackson. Lo cuál a estas alturas del partido ya no es noticia fresca en lo absoluto.

Sin embargo yo sigo con una sensación extraña atorada en la garganta.

Es muy curiosa la sensación que queda cuando muere alguien así. No se parece a cuando se pierde a alguien cercano, ni mucho menos. No. No es que de verdad me deprima y sienta una gran pérdida. Realmente no.

Y sin embargo, se siente raro.

Yo crecí oyendo su música, disfrutando de las pegajosas melodías a pesar de no entender ni jota. Me encantaba a bailar como loco canciones cuyas traducciones eran premeditadamente evitadas por mis padres. Cada disco, video, juego o lo que fuera no hacía sino aumentar la fantasía.

Aún recuerdo perfectamente regresar a mi casa del cine, tras haber visto dos veces seguidas su película de Moonwalker, y ponerme a bailar como loco con uno de sus LPs sobre la cama de mis papás.

Aún recuerdo querer usar guantes sin dedos y una chamarra de cuero cada que escuchaba la canción de Bad.

Aún recuerdo acudir al estreno de la videograbadora VHS en casa de una tía, y el primer cassette que me viene a la mente es el que contenía el video de Thriller. Y si, a mí me asustó.

Y por supuesto, recuerdo aquel infame episodio de los Simpsons en el que un "loco" personificaba a Michael. (De hecho hasta tengo un mp3 de la canción de "Lisa, it's your birthday" en mi iTunes.) Y en el que, dato curioso del que me entero hasta ahora, el mismo Michael realizó el doblaje del personaje cuando hablaba, pero no cuando cantaba. (Esos contratos de los gringos son tan extraños...)



Y entonces el negro dejó de ser negro. Y la infamia, las acusaciones y la controversia rompieron ese sueño del Michael perfecto, dulce y carismático. Y su enfermedad lo llevó a meterse cuchillo una y otra y otra vez. Y el Rey dejó de ser el mismo Rey que yo conocí, admiré y disfruté.

Y al conocer la noticia de su muerte me quedo con esa sensación rara. Ese sentimiento atorado en la garganta, que no ahoga, pero si incomoda.

Murió Michael Jackson. Y no. Es como si sintiera que el que falleció no era el mismo Michael de mi infancia.

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