junio 19, 2009

Anatomía de una relación

No soy psicólogo, ni casamentero, ni consejero matrimonial. No pretendo serlo. Sin embargo he estudiado el tema de la psicología de las relaciones humanas desde hace (literalmente) años. Esto mediante el análisis de datos concretos, estudios del tema, teorías e hipótesis, pero también mediante la cuidadosa observación de mis propias experiencias personales y las de aquellos que me rodean.

Gracias a esto creo tener una visión pasablemente completa de cómo funcionan las cosas. Al menos lo suficiente como para poder dar uno que otro consejo y advertencia, y como para haber llegado relaciones aceptablemente sanas y maduras (con sus altas y sus bajas, como todas, por supuesto). Pero sobre todo me ha permitido entender cuál es el progreso de estas relaciones, y sobre todo por qué. Y cada una de las relaciones (propias o ajenas) observadas me ha dejado más seguro de que este análisis va bien encaminado.

¿Cuáles son mis conclusiones? Pues muy sencillo. Toda relación va pasando por diferentes etapas. Cuando la relación llega al final de una de esas etapas se tienen 3 opciones: se termina, se estanca o se evoluciona. Lo más positivo (y satisfactorio) es permitir que la relación mute, evolucione, se adapte y madure. Habrá ocasiones en las que sencillamente no sean el uno para el otro, y lo más sano (y práctico) sea terminar. Sin embargo la gran mayoría de las veces el común de la gente prefiere renunciar que hacer el esfuerzo por que funcione, o se queda estancada en ese "más vale malo conocido que peor por conocer".

Estas etapas se van sucediendo una a otra, y si bien tienen ciertas características específicas, es importante comentar que son más una generalización. Esto es, puede haber algunas disparidades en casos específicos, y las diferencias entre una y otra etapa difuminarse un poco (sobre todo en los casos colindantes).

Las etapas en el orden de aparición más común son:

1.- Atracción

Algo de la persona en cuestión te llama la atención. Te gusta su físico, te agrada su personalidad, te interesan sus recursos (monetarios, sociales, intelectuales...), tiene un algo que resulta atractivo para ti.

Por lo general se procede a la fase que sigue en el momento que se decide exteriorizar esa atracción (una de las personas le dice a la otra acerca de la atracción, directa o indirectamente). Su duración suele estar muy relacionada con la extroversión, la autoestima y la seguridad personal del individuo, aunque también puede verse afectada por toda clase de factores externos.

¡Me gustas! ¿Cuándo me aceptas un café?

2.- Cortejo

Si esa atracción es mútua, comienza ese juego del coqueteo, la seducción... Es una parte fundamental, porque depende mucho de cómo se establezca la dinámica inicial de la relación (y es la parte con más peligro de crear espectativas). Aquí la atracción crece, y es cuando comenzamos a darnos cuenta de qué tanta química hay.

Dependiendo de la situación, la manera de pensar de las personas y la cercanía (física o emocional), esta fase puede durar de unos cuantos minutos hasta algunos meses. (Cabe hacer notar que mientras más se alargue esta fase, hay mayor posibilidad de que al menos uno de los participantes pierda el interés.)

En ocasiones se puede comenzar una relación estancándose en esta fase (principalmente si la persona es tan poco afín a nosotros que no logramos pasar a la siguiente fase), pero en esos casos la novedad y la diversión del cortejo se terminarán muy pronto, y la decepción es tan grande que resulta casi imposible volver a retomar el proceso en donde fue dejado.

Por una mirada, un Reino.

Por una sonrisa, un Mundo.

Por un beso...

¡Yo no sé qué te diera por un beso!

Gustavo Adolfo Bécquer

3.- Enamoramiento

Una vez que se ha establecido un cierto vínculo y dinámica en la fase anterior, tu pareja y tú comienzan a sentirse mucho más unidos. Fisiológicamente nuestro cuerpo nos inunda de una gran "bomba hormonal". Estamos llenos de endorfinas (que nos mantienen en un estado de felicidad y distracción casi constantes), sube la testosterona (y con ella el deseo sexual, aunque no todo mundo actúa en consecuencia) y nuestro cuerpo comienza a producir y soltar feromonas al aire (lo que nos hará naturalmente más atractivos para las personas del sexo opuesto).

Esta fase también podría llamarse "de miel sobre hojuelas", porque la gran cantidad de hormonas, estímulos positivos y espectativas nos hacen perder objetividad. Efectivamente somos mucho más positivos, permisivos, generosos, complacientes e impulsivos. Todo es color de rosa, y nos negamos a aceptar la realidad en los aspectos que nos resultan negativos, desagradables o disfuncionales.

Otro aspecto negativo es que nos centramos tanto en la persona que alteramos nuestro ritmo de vida completamente. Abandonamos actividades, hábitos, horarios y hasta amistades. Esto resulta muy problemático cuando se quieran retomar en una etapa posterior.

Pero no todo es tan malo. Esta es una fase de ajuste, donde poco a poco vamos conociendo a la persona, y descubriendo qué tan afines somos. La dinámica de la relación se va asentando, y el vínculo formado se va fortaleciendo. Ir descubriendo ese misterio que representa la otra persona es placentero y estimulante.

La función de esta fase es, precisamente, otorgarnos la paciencia y accesibilidad necesarias para aumentar el vínculo entre la pareja (situación que se vería sumamente dificultada si desde el principio observáramos crítica y calificativamente a la persona, sin darle antes el "beneficio de la duda").

Los estudios de la materia han demostrado que la bomba hormonal, responsable de la mayoría de los efectos de esta fase, tiene una duración aproximada de entre 60 y 90 días. (De ahí que una gran cantidad de "relaciones" no suelan durar más de 2 o 3 meses.) Este periodo sin embargo puede cambiar dependiendo de la intensidad y cercanía de la relación. Efectivamente, mientras más apasionados o regulares sean los encuentros entre los participantes, más rápido se "quemarán" y más pronto terminará la fase.

El "romance" de Romeo y Julieta sin duda habría sido muy diferente si hubiera durado más de 3 días.

4.- Adaptación

Una vez que se ha terminado "la novedad" y "la emoción" de la fase de enamoramiento, se pasa a un periodo de ajustes y negociaciones entre la pareja. Cada uno comienza a ver más objetivamente al otro, por primera vez sintiendo el verdadero peso de algunas cosas. Situaciones que en los meses anteriores no resultaban de importancia, ahora te embisten de frente y te obligan a considerarlas. Es aquí donde entran en juego la disposición y la afinidad que se tengan.

Habrá aspectos fundamentales en los que es totalmente necesario que haya un consenso. Aspectos "no negociables", necesarios para el buen funcionamiento de la relación. Principalmente tiene que ver con lo que eres, lo que te funciona y lo que estás dispuesto aceptar.

Hay otros aspectos en los que se debería llegar a una negociación. Ideas, hábitos, valores, prejuicios, paradigmas, miedos, espectativas. Toda esa serie de cosas con las que cargamos a priori, que tienen más que ver con nuestro pasado que con la persona en particular. Habrá cosas que sean importantes y las valoremos mucho, y entonces necesitaremos que la persona las acepte. Y habrá otras cosas para las que aferrarnos a esos aspectos resulte más en un problema que un beneficio, y en eso lo más justo será "ceder" y adaptarnos.

Por supuesto, nadie dijo que todo debía ser tan extremo. En la mayoría de los casos lo más sano y justo será buscar términos medios (ni tú ni yo, sino algo a medio camino) o negociaciones (ok, yo haré esto, pero tú a cambio harás esto otro). Clara, directa y transparentemente.

En esta etapa lo más importante es la comunicación y la confianza. Mientras más sincera y abiertamente se proceda por esta adaptación, mejores resultados se tendrá en etapas posteriores. Por el contrario, el evitar esa comunicación abierta fomentará la formación de resentimientos, dudas y egoísmo.

La duración de esta etapa es muy variable, llendo desde 3 meses hasta uno o dos años. Adicionalmente es muy probable que haya una pequeña regresión en caso de que las condiciones generales de la relación cambien abruptamente (por ejemplo tras un cambio de círculo social, situación económica, si la pareja decide vivir juntos, tras el nacimiento de los hijos o algún tipo de cambio de ese estilo).

Un aspecto muy importante a tomar en cuenta es el hecho de que no toda pareja son uno para el otro. Habrá ocasiones en las que no sean suficientemente afines, o la incompatibilidad de horarios, prioridades, estilo de vida, madurez u otras cuestiones socio-culturales sea tan alta, que lo mejor será "cortar por lo sano". A veces es mejor terminar una relación de común acuerdo, y no exponerse a los daños (emocionales, mentales, hasta físicos) en caso de que no sea posible llegar a una dinámica funcional y agradable para ambos participantes.

Te amo, eres perfecto, pero cambia.

5.- Aceptación

A esta etapa se llega cuando se ha logrado ver de forma más objetiva a la persona, con todas sus virtudes y defectos. Cuando se puede ver un panorama más completo de la relación, sabiendo ya cuáles son las dinámicas, problemas, desacuerdos, afinidades, diferencias y talones de aquiles. Y, sobre todo, cuando a pesar de todo ello (o quizá más adecuadamente, debido a todo ello) aceptas, amas y respetas a la persona.

En esta etapa deben existir 3 espacios: el de ella, el de él y el de los dos. Habrá momentos, actividades y prioridades que compartan, pero es muy importante respetar la individualidad e independencia de cada uno.

Una terrible falacia que desastrozamente inculcan a mucha gente es esa idea de que "con amor voy a cambiar a la persona". Eso nunca funciona. La gente no cambia.

Las ideas cambian. Los hábitos cambian. Los valores cambian. Los gustos cambian. La esencia no cambia.

Aquellas personas que continúan en una relación, esperando que su inmenso amor "mágicamente" haga "entrar en razón" al otro y cambie su manera de ser, lo único que hacen es engañarse a si mismas. Para que la relación realmente llegue a algún punto productivo, lo mejor es entender y aceptar a la persona.

O mejor dicho, el paquete completo. La persona completa, con sus puntos buenos y los malos, con las cosas agradables y las molestas. Con sus costumbres, familiares, amistades, intereses, sueños, prioridades, errores, compulsiones, quejas, neurosis, inseguridades, educación...

¿Suena demasiado difícil? Quizá lo sea. Nadie dijo que sería fácil. Y piensa en algo más. La otra persona tendrá que aceptarte a ti, lo cuál será igual de complicado. Toda relación que funcione debe ser relativamente pareja. O, en otras palabras, no exijas lo que no estás dispuesto a dar. Así de fácil.

Esta etapa no tiene una duración determinada, pues se le podría considerar una "fase transitiva". Lo mismo puede durar algunos meses que continuar por toda una vida. De igual manera que la fase anterior, que se puede repetir parcialmente tras cambios en la vida de la pareja, ésta también puede volver a presenciarse (cuando dichos cambios han sido asimilados y aceptados a su vez).

Cuando te das cuenta que quieres pasar el resto de tu vida con una persona, quieres que el resto de tu vida empiece lo antes posible.

Billy Cristal

6.- Maduración

Esta última etapa es una de las más olvidadas, pero la más importante para que cualquier relación a largo plazo se mantenga fresca y satisfactoria.

Si bien la gente no cambia, sí crece, madura, aprende y se desarrolla. Constantemente estamos tratando con un medio externo, que poco a poco nos va influyendo y re-definiendo. Con el paso de los años ya no somos lo mismo que antes. Nuestro cuerpo cambia, nuestras necesidades cambian, nuestra percepción del mundo cambia.

¿Qué sucede entonces cuando nuestra relación no cambia?

Una relación que nos haga sentir plenos y retribuídos es aquella en la que la persona nos satisface en todos los aspectos: físico, mental y sentimental. Mientras más nos enfoquemos a uno de los aspectos sólamente, e ignoremos los otros dos, más incompleta y descontextualizada será la dinámica de la relación.

Es por eso que debemos preocuparnos por seguir evolucionando en esos aspectos de manera personal, pero también como pareja. Cada uno de los individuos debe ser independiente, buscando los estímulos que necesite en los diferentes aspectos de su vida. Y sí, aunque suene desagradable, una igualdad de condiciones es indispensable.

Ese es, precisamente, el problema de matrimonios por conveniencia en donde la mujer sólo espera que el hombre la mantenga, y ella deja de buscar su desarrollo profesional y humano. O de esas parejas donde el hombre se queda atrapado en su juventud, y su pobre mujer tiene que sufrir de su eterno síndrome de Peter-Pan. Y eso sólo por poner dos ejemplos clásicos...

Una vez que cada uno ha permitido que se den esos cambios y experiencias, logra madurar como ser humano, y se ve obligado a adaptarse a su nueva "vida" (en algunas circunstancias más fácilmente que en otras).

En ese momento pasa un fenómeno muy curioso. Si la pareja ha mantenido el respeto, la comunicación y la intimidad, entonces esos cambios le otorgan un aire fresco muy productivo a la relación. Las novedades permiten un cambio de paradigmas y una reestructuración de esquemas, lo cuál en la mayoría de los casos suele beneficiar a toda relación (siempre que se lleve a cabo de manera conjunta, adulta y recíproca).

Posteriormente a esta fase, lo más común es regresar a fases anteriores como mecanismo de ajuste. Lo más común es tener que regresar a una fase de adaptación, o incluso de aceptación directamente. Sin embargo no es raro que se pueda llegar incluso a dar un "segundo" enamoramiento (o un tercero, o cuarto, o lo que sea...). ¿Y a quién le preocupa la monotonía teniendo tantas sensaciones y situaciones que disfrutar?

Algo sumamente importante es el entender que esta etapa es un desarrollo constante. La madurez no es una meta; es un proceso. El ser humano que deja de evolucionar, se estanca. Y lo mismo pasa con las relaciones. Por tanto, será una fase a la que se estará volviendo una y otra vez mientras dure la vida en pareja.

Quiero pasar el resto de mis días a tu lado, pero no te necesito para ser feliz.

Conclusiones

Las relaciones humanas son un fenómeno muy complicado, variado y difícil, pero súmamente interesante y original.

La clave más importante para que todo funcione lo mejor posible es la reciprocidad. Que todo se dé en igualdad de condiciones. El respeto, las oportunidades, el desarrollo, las necesidades, los apoyos, los esfuerzos...

Es, a fin de cuentas, un trabajo en equipo. Nunca debería ser una competencia, una lucha de poder, a ver quién puede más, un "tú contra mí". Lo mejor para que la relación funcione y los dos puedan encontrar la felicidad debe ser unirse por un fin común, en un "tú y yo contra el mundo".

La frase clave aquí es: "Si en la pareja uno pierde, los dos pierden."

Uno no debe nunca dormirse en sus laureles y esperar que la otra persona haga todo el trabajo. No es válido esperar que mi pareja sólamente me esté jalando o empujando todo el tiempo. Ambos deben poner de su parte, y ayudarse uno al otro en los momentos de necesidad. En las buenas, en las malas y en las peores...

Sólamente de esta manera es como será posible contar con la persona de manera constante y confiable. Y entonces si, el llevar una sana, madura y placentera relación es "cosa fácil". Relativamente hablando, por supuesto.

1 comentarios:

m.p dijo...

Para mí la etapa más difícil es la Aceptación!Pero he aprendido que eso sucede porque desde la primera etapa muchas personas elegimos mal! Vemos que NO es tan afín a nosotros pero aún así en vez de terminar .....seguimos! Ahí es cuando empiezan las historias de terror! jaja! Buen post!!!

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