Para aquellos que no lo sepan ya, el baile es otra de mis grandes pasiones. Incluso comencé a bailar antes de poder caminar. Literalmente.
Es una actividad en la que es importante encontrar un adecuado equilibrio entre lo físico, lo mental y lo espiritual. Donde por lo general el principal obstáculo es uno mismo. Donde se unen la expresión física y el placer de la música. Donde incluso para los que lo ven de fuera puede llegar a ser una actividad estética e interesante. Un buen ejercicio y un pasatiempo muy práctico. Y encima de todo, ¡es divertido! ^_^
Pues bien... Con el paso de los años he observado un fenómeno sumamente curioso. Cuando una persona baila en realidad está mostrando de sí misma muchísimo más de lo que pareciera en un primer momento. Lo quiera o no.
¿Quieres saber cómo es una persona? Obsérvala bailar.
Por supuesto, va mucho más allá de ver si sabe o no sabe los pasos, teoría y demás aspectos técnicos. No se trata sólamente de ver si se mueve bien o parece que le está dando un ataque epiléptico. Y en realidad no tiene mucho que ver con que le guste tal o cuál género musical o estilo de baile.
Observa patrones, reacciones, la forma en que enfrenta las cosas... ¿Se contiene o se deja llevar? ¿La persona baila para que la vean o para sí misma? ¿Está al pendiente de su entorno? ¿Se adapta a la música o prefiere no prestarle mucha atención? ¿Le da miedo el "qué dirán los demás"? ¿Tiene control de su propio cuerpo? ¿De sus propias reacciones? ¿Le importa ese control (o falta de)? ¿Qué tan cómoda o incómoda se siente con el contacto (físico, visual, emocional) con los demás? ¿Intenta planear sus siguientes movimientos, va improvisando en el camino o algún punto intermedio?
Y ya ni digamos cuando la persona baila en pareja... ¿Se preocupa más por lucirse ella misma que porque la otra persona también se vea bien? ¿Le interesa jugar y divertirse, o se lo toma demasiado en serio? Si se equivoca en algo, ¿se enoja consigo misma? ¿O con la otra persona? ¿Se desespera si las cosas no salen como esperaba? ¿Percibe si la otra persona está cómoda o incómoda, cansada o animada, aburrida o entusiasmada, en control o sin él?
Y claro, la pregunta más importante: ¿Sabe guiar o dejarse llevar?
En mi experiencia, en la gran mayoría de los casos la respuesta a esta última pregunta es un gran no. Y no sólo me refiero al baile.
Mi hipótesis es bastante simple: las relaciones interpersonales (y que conste que no me estoy refiriendo exclusivamente a las relaciones románticas de pareja) funcionan de forma muy parecida al baile.
Implican equilibrio (hay que balancear el yo con el nosotros, las prioridades que tengamos con la importancia de la relación, la fuerza con la suavidad, el control con la adaptabilidad...), sentido del ritmo (mientras mayor sincronía haya, más fluída será la relación), respeto (cada persona tiene ciertas preferencias, límites, dificultades y carencias, y no se debería pasar por encima de ellos nunca), confianza (lo mejor es soltar las cosas que no estén en tu control, no preocuparte todo el tiempo por el miedo a que la otra persona esté intentando aprovecharse de ti de alguna forma, no ponerte a la defensiva ni crearte espectativas), práctica (a veces las cosas no salen a la primera, a veces no sabemos hacerlas, a veces los hábitos, prejuicios, paradigmas y carencias de uno chocan con los del otro, y sólamente practicando se logran limar esas asperezas), comunicación (sobre todo en lo que respecta a la comunicación no verbal y la empatía), placer (debe ser agradable, y si no lo es a la larga las cosas acaban por salir mal) y no obsesionarse con el control (no tomarselo demasiado en serio, aunque tampoco tan a la ligera... ¿ya mencioné lo del equilibrio?).
Muy importante. Ambos deben poner de su parte. Deben aprender a colaborar y trabajar en equipo. Hacer un esfuerzo y valorar el esfuerzo de la otra persona.
Ahora, permíteme regresarme un poco. ¿Sabes guiar? ¿Y dejarte llevar?
Saber guiar NO significa dominar, controlar, obligar ni hacer el trabajo por la otra persona. Implica observar el entorno y poder predecir las cosas un poco antes de que sucedan, y adaptarse a la situación. Implica aprender a indicarle el rumbo a seguir, sin tener que forzar o presionar. Implica respetar su individualidad, y no frustrarse si las cosas no salen como uno esperaba. Pero sobre todo implica cuidarla para que no se arriesgue demasiado física, social ni emocionalmente. Implica extender la mano para que te la tomen voluntariamente.
Dejarse llevar NO significa obedecer ciegamente lo que la otra persona te diga, ni esperar que te solucione la vida, ni perder la propia individualidad, estilo y prioridades. Implica adaptarte al ritmo y estilo que te está proponiendo. Implica aprender a confiar en ella, sin oponer resistencia a lo que te sugiere, ni adelantarsele e intentar hacer las cosas antes de que te lo indique (porque generalmente ese otro tiene una perspectiva más amplia de la situación que uno). Implica hacer lo que esté dentro de tus posibilidades para que sus esfuerzos se sumen, y no se contrapongan. Implica tomar la mano que te extienden y entregar una parte de ti sin condiciones.
Ahora sí. Vuelvo a preguntar. ¿Que tan bien crees poder hacer LAS DOS COSAS?
Porque (ya que andamos en esas) cabe destacar que en ningún momento he dicho que siempre tenga que ser la misma persona quien tome el mismo rol. Ni siquiera que el hombre siempre tenga que ser el que guía (aunque por convención social en el Baile de Salón suele ser el ideal) y la mujer quien se tenga que dejar llevar. Y de hecho (y aquí es donde las relaciones se diferencían del baile) lo más sano (y hasta común) es que en diferentes momentos uno pase de un rol al otro de forma espontánea, orgánica y voluntaria. Y mientras más se luche en contra de eso, más problemas habrá. No es ver quién puede dominar más al otro, sino quién tiene la mejor perspectiva en ese momento.
Por eso yo creo que es muy importante que todos aprendamos tanto a guiar como a dejarnos llevar. Creanme, todas nuestras relaciones interpersonales lo agradecerán.
2.3.37
Hace 1 hora.
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